Esta mañana desde mi despacho puedo ver una fila de camiones que espera fuera de la fábrica para cargar cerveza de la línea de producción para su distribución. Imágenes así no dejan de hacerme sentir orgulloso: no es habitual en fabricación ver tantas líneas de productos de principio a fin.
Cuando empecé a trabajar aquí, por ejemplo, uno de los primeros clientes con los que firmé fue una start-up de refrescos. Al encargarnos de la producción ayudamos a esa gente a pasar de una operación minúscula a ser un actor muy conocido y con buena distribución en el sector. Aunque nuestra participación en el crecimiento de esa compañía no es evidente visto desde fuera, sabemos que sí participamos, y hemos podido hacerlo porque estamos configurados para movernos rápido, con decisión y efectividad.
Estamos organizados en unidades de negocio, y las decisiones se toman en ellas, por lo que no necesitamos veinte firmas para hacer algo. No tenemos que sentarnos en innumerables teleconferencias. Nos reunimos con un grupo reducido de personas y actuamos rápido.
En lugar de fabricar el mismo producto todos los días, producimos cientos de productos distintos para todo tipo de clientes. Ahora mismo estamos embotellando cerveza. Pronto podrían ser alcoholes o tónica. Una cosa es tener pósteres motivadores en los que se citan los valores de la compañía y otra es vivir los nuestros. Cuando decimos que somos ágiles lo decimos de verdad y no hace falta mirar demasiado lejos para ver evidencias. Es como cambiar los pneumáticos del coche. Si lo haces tú, en casa, con las herramientas que llevas en el maletero, seguramente tardarás muchísimo. Nosotros somos los chicos de los boxes de la Fórmula Uno. Estamos preparados para hacerlo en segundos.